Y mientras éste dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida. De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre.
Solo a una mujer se le hubiera ocurrido dudar del mismísimo paraíso. Será porque en ninguna idea de paraíso cabe la posibilidad de ser la segundona, creada de una costilla y, para colmo, de compañía.
Pobre Eva, segunda de Adán, para cuando llegó ya ni siquiera le tocó nombrar ni a los animales domésticos, ni a las aves del cielo, ni a los animales del campo. Es más, ni siquiera se menciona el tiempo que le tomó a Adán nombrarlos a todos, y que por lo tanto, existió a sus anchas en el supuesto paraíso, sin siquiera darse cuenta de que era el único sin par. Eva llegó solamente cuando a Adán se le acabaron los deberes y porque, de entre todos esos seres previamente nombrados, ninguno era ayuda adecuada para el hombre.
Eva, la primera mujer, pero antes que nada, la primera esposa, creada para la abnegación y la obediencia, la que no se confirma a sí misma sino en relación a Adán y a los demás, la que primero es costilla ajena y luego cuerpo propio. En ella debieron depositarse las primeras cualidades que de su sexo se esperaba, y curiosamente, la historia dio un giro inesperado. Uno que es fortuna, pero se ha interpretado como tragedia, que fue el génesis de la ignominia y el escarnio, cuando debió ser el de alabanza, porque para existir, primero hay pensar, pero sobre todo dudar, y en eso, Eva fue antes.
No es sorpresa que la serpiente se acercara a ella, en mi opinión, sus palabras fueron solo un pretexto para ejecutar lo que ya rondaba en su cabeza. En un solo acto, rectificó el lugar que se le asignó, y por primera vez en la historia de la humanidad, se hizo la voluntad de la creación y no del creador.
En su actuar, Eva congregó la aspiración, el deseo, la curiosidad, la ambición y la voluntad. De todos los frutos del Edén, tomó el único que le permitiría acceder al ego, a la conciencia de propia su existencia, independiente del creador, entrada triunfal al yo y al albedrío.
Eva, autora intelectual de la primera duda, del primer desacato, de la rebelión; pero también de la búsqueda intelectual y el amor propio. La que resolvió la cuestión y decidió ser, en lugar de no ser.
Resulta peculiar y desgarrador que fuera ese, el motivo del oprobio. La fama, después de todo, le viene por ser causante del famosísimo pecado original, que por ser primero, es también defecto de fábrica. La marca que tiñe y ensucia la vida que debería ser impoluta del que recién llega a la tierra.
El pecado original, ese que expulsa del pretendido paraíso y te lleva a trabajar para ganar el sustento. La razón para ser culpables antes de ser individuos, y para avergonzarnos de nuestra condición humana.
Pero no más…
Hoy, el mito, se vuelve contra sí mismo. Hoy es un regalo, es recordar que antes de aceptar se debe cuestionar, que no hay acción mínima para recordar que nuestro lugar en el mundo no es de compañía del sexo opuesto. Que estar sola es estar con una misma. Que hoy más que nunca volvemos a dudar, sin miedo y juntas.
Texto de @rcglitter Yana Arantxa Ramírez, 8 de marzo del 2021.
Publicado originalmente en perfil personal de FB